La fotografía estenopeica utiliza el principio, conocido desde antiguo, de la cámara oscura: un receptáculo opaco y hermético con un pequeño orificio por donde entra la luz que proyecta una imagen invertida sobre la pared opuesta; como no hay lente no es necesario enfocar, de hecho, al ser tan reducido el “diafragma”, la profundidad de campo es absoluta. Por otra parte, esa entrada de luz tan reducida y el uso de papel fotográfico para captar los negativos en la mayoría de mis cámaras, implican tiempos de exposición relativamente largos (de 2 a 10 minutos) incluso para escenas con sol directo.
Por este motivo la temática de estas fotos se ve “limitada” a sujetos inanimados, en este caso, paisaje urbano. [Estoy empezando a investigar el tema del retrato con una cámara que he preparado para utilizar película, y que dada la mayor sensibilidad de esta, requiere tiempos de entre 1 y 2 segundos en condiciones de luz abundante]. Los negativos en papel que obtengo con estas cámaras los escaneo para imprimir en acetato al tamaño de la imagen final (sí, un atajo tecnológico). Éstos, me servirán para producir un positivo por contacto sobre un papel de acuarela o caballo tratado con una emulsión fotosensible de fabricación casera (en este caso la denominada “marrón Van Dyck”).
Los motivos para hacer fotografía estenopeica en estos tiempos en los que hasta el teléfono más básico saca fotos de 2 megapíxeles son variados y cada cual tiene los suyos. Los mios podríamos clasificarlos en:
a) Proceso. Cuando apretamos el botón de una cámara digital, en unas décimas de segundo podemos ver el resultado en la pantallita, lo cual es muy útil y práctico, pero el proceso que va desde que nuestro dedo oprime el mecanismo hasta la formación de la imagen describe un tortuoso recorrido a través de marañas tecnológicas que nos es completamente ajeno e indescifrable. De ahí la vuelta a los principios básicos de la fotografía (proyección de la imagen y material fotosensible que la fija), saber lo que estamos haciendo y porqué lo hacemos.
b) Construcción. Dada la simplicidad de este tipo de cámaras, su construcción está al alcance de todo el mundo, y en función de nuestras necesidades o preferencias podemos adaptar fácilmente el diseño a los medios disponibles. Amén de la satisfacción que produce el fabricar algo con tus propias manos y que funcione.
c) Reciclaje. Cuando voy al supermercado ya no veo envases sino cámaras de fotos en potencia. Convertir un material que de otro modo sería un deshecho en algo útil le hace a uno sentirse como un McGyver de las artes plásticas.
d) Temporalidad. Mientras hacía fotos “de lata” (como a mi me gusta llamarlas) en la Alhambra, vi pasar a multitud de turistas apresurados haciendo “clic, clic, clic” con sus cámaras digitales, ansiosos por empaparse de la cultura que rezuman esos muros centenarios. “No habéis entendido nada” pensaba yo. El tiempo de las hormigas frente al tiempo de las piedras; es cierto que nada es eterno, pero todo depende de la escala. La escala cronológica que da este tipo de fotografía nos permite plasmar otra capa de la realidad que normalmente no percibimos, asomándonos al umbral de la permanencia, como si al obtener las imágenes a través de un minúsculo agujerito, nos asomásemos a un mundo distinto y mágico.
e) Resultados. Los programas de retoque digital y las aplicaciones de los smartphones pueden intentar imitar las “imperfecciones” de la materia y sus consecuencias plásticas con mayor o menor fortuna, y puede que en ocasiones consigan esa apariencia de antigüedad o tosquedad de medios, pero es como construir un reactor nuclear para imitar una luz de vela, a parte de lo que diría Ruskin respecto al contenido de verdad de todo aquello. Además también hay cosas que no pueden imitarse, como ciertas focales extremas, la deformación por la curvatura del papel, la textura de lo real, etc .
Por todo ello estas imágenes tienen la calidad de objetos de poder; el poder de transportarnos a otra realidad más allá de lo inmediato, de lo fácil, de esa superficie plastificada en la que nos tienen confinados.
(Si deseáis ver algunas otras de mis «fotos de lata» podéis descargar el catálogo en pdf.)
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